Ferias de Antigüedades en Buenos Aires
Recuerdo cuando era adolescente, una de mis salidas preferidas era ir con mi amiga Vanesa a recorrer las ferias de antigüedades que había en esa época. Estamos hablando de los años ochenta. El simple acto de realizar este paseo significaba entrar en un mundo en donde el tiempo se había detenido. Nos permitíamos conectarnos con los maravillosos objetos que estaban de muestra o a la venta.
Las Ferias de Antigüedades en Buenos Aires, en esos años, estaban en auge. Pasear por esos caminos, implicaba no solo animarse a observar, sino además, animarse a retornar al hogar con varias compras hechas.
Cuando llegaba el domingo, en mi caso particular, nos levantábamos con mi amiga a las 9 de la mañana, nos arreglábamos, nos poníamos muy cómodas porque sabíamos que caminaríamos todo el día y disfrutaríamos de una jornada encantadora. Al llegar, lo primero que hacíamos era tomar un rico café acompañado de alguna sabrosa torta o tostado, mientras disfrutábamos del sol.
Cuando estábamos listas, nos disponíamos a recorrer esos fantásticos lugares. Así como lo digo, era mágico entrar en esos locales y poder admirar objetos que no sólo se exhibían por ser hermosos en toda su estructura y diseño, además escondían el misterio de no saber quiénes habían sido sus dueños. Cada una se imaginaba y construía historias alrededor de la antigüedad que observaba. ¡Era muy divertido!
Yo creo que la magia que presentan estos lugares nos transportan a la imaginación aniñada que todos tenemos. ¿Quién no se ha imaginado alguna vez entrar a una casa abandonada y recorrerla hasta llegar a ese increíble, pero intocable baúl o mueble en apariencia antiguo, que nos despertaba ansiedad como si fuéramos a encontrar un increíble tesoro perdido?
Después de haber caminado toda la mañana y parte del mediodía, decidíamos que era momento de almorzar, ya que siempre podíamos encontrar diferentes lugares para poder elegir comidas clásicas que nos darían las energías suficientes para continuar con nuestro día de compra.
En las Ferias de antigüedades en Buenos Aires, siempre tenés de todo a la hora de elegir. Arte, música, moda, cristalerías, muebles, objetos de decoración, libros, joyas, shows, y mucho más, no sólo para decorar, renovar o regalar, estos espacios, también son útiles como una inversión a largo plazo, puesto que desde siempre se han escuchado historias que hablan del valor que adquieren los objetos con el paso del tiempo, por extraño que parezca, lo considerado añejo por algunos, también puede ser muy útil y especial para otros, ese viejo platito de la bisabuela, sin querer, de repente puede tener un valor equivalente a un 3 ambientes. “UN SIMPLE PLATITO”.
Las Ferias de antigüedades en Buenos Aires, las ubicás acá:
–La famosa feria de San Telmo, en la intersección de la calle Defensa con Humberto Primo, abierta todos los domingos. Es hermosa, alegre, llena de vida, con lugares increíbles por recorrer. Es tan linda que “solo” van 10000 personas por domingo a descubrirla y maravillarse con lo que allí se ofrece. Además, es importante saber que el Mercado de San Telmo, en Defensa 964, abre de martes a viernes de 10.30 a 19.30 y sábados y domingos de 9 a 20 (aunque algunos puesteros pueden cerrar después del mediodía para descansar).
–Mercado de Pulgas, en Dorrego y Niceto Vega, de martes a domingos de 11 a 21. El conocidísimo Mercado de Pulgas donde podrás encontrar lo que quieras, como quieras y de la forma que quieras.
–Feria de Antigüedades en Acassuso. Extraordinaria calidad en objetos de primera línea en la estación del tren de la Costa. En Perú y Elcano, este maravilloso espacio se abre todos los sábados, domingos y feriados de 10 a 19 (en invierno).
Estos lugares que les voy a comentar ahora no son ferias como las que les estuve mencionando anteriormente, pero se las voy a recomendar porque trabajan con una gran variedad de antigüedades, tanto accesibles, como de mayor valor.
–Convento San Ramón Nonato, en Reconquista 269. Este es un lugar increíble. Es sumamente recomendable, ya que no sólo verán la belleza del propio espacio, y además podrán disfrutar de una variedad de exquisiteces en comida casera.
–Ejército de Salvación. Av. Sáenz 580, Nueva Pompeya. Para acudir a esta cita es preciso tomarse bastante tiempo porque los visitantes suelen asombrarse con lo que pueden encontrar ahí, desde muebles muy antiguos en excelente estado, hasta objetos aptos para quienes amen los desafíos y estén dispuestos a restaurar una pieza difícil de transformar. Los interesados podrán visitar el lugar de lunes a viernes de 9 a 12 y de 13:45 a 17:45, los días sábados el horario es sólo medio día, de 9 a 12:45.
Para finalizar, no se pueden olvidar de pasar por el tradicional Cottolengo Don Orione, en la calle Cachi 566, Pompeya, de lunes a viernes de 8 a 17 y los sábados de 8 a 12.
Estos dos últimos sitios son humildes y tienen la misión de colaborar en causas nobles. De este modo, a través de donaciones que venden pueden sustentar diferentes obras de caridad. Puede que las condiciones de los objetos no sean las mejores, pero se estima que los mejores mobiliarios, por ejemplo, se hallan en estos lugares.
¡Buenas compras!
¿Qué encontrar en el Mercado de las Pulgas?
Como todo Mercado de Pulgas este gran recinto ofrece una amplia variedad de mercadería, basada en muebles y decoración para el hogar. Desde armarios o roperos, sillas, mesas hasta pequeños afiches con publicidades de antaño para decorar un salón o una habitación.
Lo importante de este lugar es la nueva fachada que permitió la organización de los stands, para una recorrida más optimizada por parte de los turistas. Gracias al rediseño cada local tiene ahora un espacio identificado, en pasillos letrados y en un galpón con facilidades para las visitas, como baños.
Más allá de lo clásico, mi atención se poder compartir mi experiencia en el Mercado como parte de una salida vivencia en la clase de español para extranjeros. En una dinámica puesta en marcha del idioma el mercado permitió que la alumna aprenda vocabulario nuevo, pero además descubrimos juntas los más llamativos objetos del Mercado en Buenos Aires.
Resulta que en un stand se destaca un personaje muy reconocido en el ambiente que realiza sombreros con todo tipo de objetos: tapitas de botellas, focos de luz, encendedores, entre otros. Todo en este local es antiguo, decorativo y ¡ejemplo de la definición de la palabra “rareza”!
Otra de los hallazgos más llamativos fue encontrar entre los muebles, en un pasillo muy pequeño, un “butsudan” (estructura de madera que utilizan los budistas para armar el “altar”).
Antiguo modernizado, moderno anticuado, antiguo descuidado, antiguo renovado: mil formas de describir a cada uno de los millones de objetos que se hallan.
La experiencia de este recorrido es, sin dudas, un atractivo turístico, pero también una aventura urbana.
¡San Telmo vale la pena!
(Una reflexión en medio del paseo por la Feria, más allá de los objetos)
Una doña porteña diría que no tiene nada que envidiarle a Tristán Narvaja de Montevideo, aunque su magnitud y su espacio no llegue a equipar a la que está al otro lado del río. La feria de San Telmo tiene el mismo aire rioplatense que su par en Montevideo. La transacción cultural, la magia del domingo, las radios con los partidos de futbol y los parlantes con tango, los bailarines y las orquestas en la calle, la mística y el sabor a pizza, a café, a la infaltable combinación del mate con alguna factura con dulce de leche.
Y yo creo fervientemente que la feria de San Telmo vale la pena: porque me invita siempre a reflexionar, porque me incita siempre a recorrerla, porque me permite siempre descubrirla, porque me transmite siempre energías diversas para empezar una semana renovada.
La calle Defensa se viste de feria y en ella pasean miles de turistas y de ciudadanos argentinos prestando atención a los diferentes escenarios. La oferta es múltiple e irreproducible con exactitud: vajilla de antaño, peinetas de dama antigua, vestidos con olor a ayer, fotos del recuerdo, música de la casa de mi abuela, accesorios y elementos de decoración de la casa de mis padres cuando eran chicos. La historia viva con pruebas fehacientes de su existencia. La evolución en un mismo sitio. La nostalgia y la esperanza de la mano en cada esquina que cruza la calle Defensa.
Pienso, en este sentido respecto del nombre de la calle, durante mi recorrida del domingo, de qué nos “defendemos” en esta feria. Y la respuesta se inicia en una lluvia de ideas que intentan descubrir la atracción de este espacio al aire libre, con cemento en los edificios, adoquines en las calles, colores opacos por la antigüedad de los objetos, telas desgastadas. Esto no es triste. Parece serlo cuando lo describo, pero no lo es. San Telmo contagia mucha vida y creo que la contagia desde las entrañas, nos hace volver al centro, allá lejos donde todo parecía comenzar para nosotros. Nos defendemos del olvido: recordar el origen para poder reflexionar sobre lo recorrido que nos dejó llegar a este hoy que nos promueve un futuro seguro y mágico.
Con un pasado tan diverso, el futuro se carga de ambientes reformados con un panorama exclusivo y un motivo justo que nos influye para seguir. Seguir recorriendo la feria, sin dudas, pero seguir recorriendo el camino del hoy.
La antigüedad es más allá de un objeto. La antigüedad es más que el valor material de un elemento accesorio o central del hogar. La antigüedad es la prueba de la vida, el testimonio de futuro, el fundamento del hoy y el argumento más válido de la continuidad.