Hay quienes vienen a la ciudad por unas pocas horas. Aquí un recorrido por los lugares que inexorablemente debe recorrer para poder decir que conoció la capital porteña.
El recorrido imperdible comienza en Plaza de Mayo. Imponente, histórica y concreta se eleva en el centro de la ciudad y reúne a la Casa Rosada, al Cabildo y a la Catedral.
El centro del Poder Ejecutivo puede ser visitado los fines de semana en un recorrido extraordinario que permite acercarse al balcón, testigo de un sinfín de actos políticos del país.
El Cabildo, hoy un museo, rota sus muestras cada ciertos meses y habilita un encuentro con diferentes temáticas: luminaria de época, vestimenta de otros siglos, entre otros. De manera constante, se exhiben los documentos y las obras que demuestran aquel mayo de 1810, cuando revolucionarios hombres soñaban con la independencia.
La Catedral es, además del escenario católico más importante de la ciudad, un placer arquitectónico, con asombrosos detalles de construcción. Un edificio muy recomendado para los amantes de la Arquitectura.
Este paseo resumido en unas líneas, nos tomará aproximadamente de dos a tres horas. Conviene descansar, tomar un café en el bar del Cabildo, para recuperar fuerzas y continuar viaje.
Desde la Plaza emergen dos diagonales. Elegiremos la diagonal Norte para llegar directo al Obelisco, emblema porteño de construcción alemana. Emocionante será descubrir la Avenida 9 de Julio, repleta de luces y autos que recorren su asfalto para iluminarnos la visita. El metrobús, las plazoletas y el impresionante armazón de concreto, se proyectan en una emocionante postal fotografiada con mi sonrisa.
Será desafiante cruzar la avenida en dos (o hasta tres) tramos, para caminar por Cerrito hacia el norte. A pocas cuadras, sin poder esconderse, se observa el Teatro Colón. Una ola de emoción me invade e ingreso en un salón de artistas, música, disfraces, obras, historia, ópera, acústica, luces y sonidos que me lleva a sueños y a encuentros codificados por la magia que solo el Colón puede despertar. Una hora recorriendo pasillos y butacas, me despiertan nuevamente el apetito.
Caminaré por Talcahuano: probaré una pizza, de origen italiano, pero de auténtica propiedad porteña. El “Cuartito” es elegida como una de las mejores pizzerías de Buenos Aires, no solo por la comida, sino por su reunión con el arte y la música. Allí de modo muy prolijo, las paredes recorrerán el futbol, el teatro y la literatura argentina a través de sus representantes más queridos y recordados. Alguien me susurra que probar esta pizza tiene su precio: no por el valor económico, sino por la paciencia. Pero esperar vale mucho la pena y no me arrepiento. En un genuino porteño pido una porción de “muzza” y otra de “figazza”. En un grito irreproducible la orden llega a la cocina y en unos minutos saboreo gustosamente esas porciones.
Para hacer la digestión, nada mejor que una linda caminata y si esta ocurre en una avenida comercial es mucho más lindo y dinámico. Recorro la Avenida Santa Fe desde Talcahuano hasta San Martín. Algunos negocios me abren la puerta y entro a investigar la mercadería. No es casualidad que de uno de ellos me vaya con una bolsa cargada de regalos.
Llego a Plaza San Martín, un amplio verde que fue escenario de algunos combates que se dieron durante las Invasiones Inglesas, allá en 1807. Declarado lugar histórico, la Plaza me da un aire de oxígeno y de arte, entre sus especies vegetales y sus obras de escultura.
Reconozco la peatonal Florida que aparece a unos metros de la plaza. Decido ir volviendo. Recorro la calle más famosa de Buenos Aires y el camino se hace ameno. Múltiples negocios de ropa, libros, joyas y regalos se intercalan para darme más razones para disfrutar de este paseo. Como estoy terminando, aprovecho para cargar unas bolsas más con recuerdos y regalos.
Sin quererlo llego a Avenida de Mayo. Hacia la izquierda la Plaza de Mayo, hacia la derecha (y a lo lejos) se vislumbra el Congreso. Una cúpula en el fondo y entre medio de las copas de los árboles, me permite identificar lo cerca que estamos de allí.
Decido caminar en esa dirección por la avenida, hasta hallar el Café Tortoni: emblemático bar notable que con exquisiteces y cultura, ofrece el café más aromático y cargado de arte de toda la ciudad. Un excelente punto para descansar y terminar mi recorrida.
Insustituibles, únicos e indispensables, en un paseo de 8 horas, recorrí los lugares más porteños y los puntos más legítimos de la ciudad. Vendrán después otros recorridos. Me quedaré ahora con unos minutos de tango en el Tortoni.
Buenos Aires: maravillosa por dentro y sabia por todos sus rincones. Buenos Aires, yo te conozco.