Quise indagar el mercado de pulgas de Buenos Aires y para mi sorpresa me encontré con las mejores tiendas de antigüedades de la ciudad. No me gusta empezar por el final del recorrido, pero esta sensación me tiene muy emocionada y mi ansiedad de compartirla es enorme. Volvamos al principio, les cuento la visita excelente al galpón sobre la calle Dorrego, en Colegiales.
Después de mi paseo hace unos días por el barrio, insistí en ir a pasear por el mercado. Lo había visitado hace muchísimo tiempo y tenía la sensación de estar acertada en renovar mis expectativas. La experiencia fue maravillosa.
Todavía recuerdo el momento exacto cuando entré y reconocí en este nuevo espacio remodelado y con diversas facilidades para los visitantes y compradores a diferentes personajes que me habían encantado aquella vez.
Comencé, sin dudarlo, a recorrer cada uno de los puestos. Y las pulgas de la emoción y la curiosidad se subieron a mi cuerpo para hacerme bailar el ritmo de las antigüedades. Un ritmo que los pulgueros (quienes venden) conocen muy bien y se animan a marcarlo con historias de cada objeto y con anécdotas de cada mueble.
Importante: el barrio es popular por el mercado, pero también por sus bares y propuestas culturales. Esto significa que las calles suelen estar ocupadas por autos. Si visita el mercado en automóvil, procure la posibilidad de tener que elegir un estacionamiento. Lo ideal es visitarlo al mediodía, por el auto, pero también porque hay menos gente adentro del mercado de pulgas de Buenos Aires y podrá recorrerlo con mayor comodidad.
Los puestos se dividen en seis pasillos (P-U-L-G-A-S) y cada uno brinda un sinfín de objetos muy valiosos (no por el coste, sino por su interés cultural, histórico, personal, entre otros). Recorrí cada uno, pero solo destacaré las tiendas de antigüedades que más atraparon mi atención. Por antigüedades entiendo que podemos pensar en un abanico muy amplio de objetos, pero me limitaré a algunos de ellos.
No puedo enumerar los puestos, pero sí puedo describirlos a través de sus pulgueros:
Juan Carlos se ocupa de complacer con sillas a los interesados en el estilo francés de Luis XV.
Karina satisface a los lectores con revistas de todas las épocas. Además, no descuida a los curiosos y les ofrece fotos y discos de vinilos de décadas remotas.
En Rincón Azul sorprenden con porta toallas de inicios del siglo XX. Trabajan todos los detalles en bronce.
El cristal toma protagonismo cerca de Rincón Azul, en OM cristal. La vajilla data del 1900 y la variedad es extraordinaria.
Marita actualiza lo retro, respetando, como dice ella, “el paso del tiempo”.
Liliana soluciona la luminaria del hogar con lámparas antiguas con un movimiento característico. Posibilita también la compra de réplicas de cualquier encargo que le realicen sus clientes.
Curiosidad: la pulguera que más se destaca entre las tiendas de antigüedades es Eleonora, que demuestra con su vajilla de ¡1870! la trayectoria de más de un siglo de un rito tan extendido en el mundo como lo es la hora de tomar el té.
Desde el 50 hasta el 70 se hallan todos los objetos que exhiben Graciela y Cristian.
Flopi con tan solo 4 años regentea el puesto de su madre y nos muestra pequeños muebles norteamericanos de los años 60.
Osvaldo se deja descubrir entre numerosos objetos que son el detalle para la decoración “antigua” de nuestro hogar: baúles, latas de galletitas, espejos, frascos, radios, entre otros.
Héctor restaura una gran cantidad de muebles (desde percheros hasta escritorios).
Eduardo será el eje central de los sillones de todos los tiempos. Creo que si uno busca un poco más, encontrará el primer sillón del universo. Los materiales, el trabajo y la atención son exclusivas.
¿Cuándo? El martes suele ser el día más adecuado para visitar el mercado. Los lunes está cerrado.
No me canso de caminar y de entrar en el mundo de cada puesto para enterarme los datos más maravillosos y más extraños.
Sombreros, juegos de té de Japón, mesas de campo, calesita tallada artesanalmente, araña-átomo, fileteados, buzones, teléfonos, fotos, sillas, revistas, mesas, lámparas, atriles, frascos, botellones, adornos, floreros, latas, platos, ponchos, cubiertos, mantas. Madera, bronce, plata, hierro, papel. Desde colores amarillentos hasta vibrantes.
La oferta es enorme y cada uno de los detalles tiene múltiples secretos que nos cuentan los pulgueros y que yo disfruto respirando en ese aire de pulgas que no me cansa y me invita a seguir recorriendo.
Afuera también: la recorrida puede no culminar dentro del mercado, ya que toda la zona se ocupa de presentar diferentes tiendas de antigüedades para todos los gustos.